martes, 3 de noviembre de 2009

Del Ojo a la Mano


—¡Del ojo a la mano! ¡Zas! Sin más. A veces ocurre, del ojo a la mano, es una reacción de animal, del instinto. ¡Zas! Del ojo a la mano.
Habla con su natural autocomplacencia, Ismael, alias el Sabio, nombre que casi todos le dan excepto el Piojoso (supongo que preferirá no meterse en el juego de los sobrenombres por si acaso) y yo mismo que prefiero pensar en él como el Pesadito. En cada ocasión que suelta el ¡Zas! surca el aire con la mano y parece un crío jugando a los avioncitos. Lo he pillado a mitad de discurso, como casi siempre, y es que por mucho que este tuerce letras madrugue, nunca encontraré el Piojoso por abrir. Las malas lenguas susurran que jamás cierra, que el dueño es el mismísimo Diablo que envuelve almas entre copas y cafés hasta llevárselas a su cubil. Otros afirman que no tiene a donde ir y que tanto le da está abierto que cerrado. Y por último están los que dicen que eso son soplapolleces y ganas de hablar. Sea como fuere, con el Sabio (léase el Pesadito) me ocurre con excesiva frecuencia el hallarle a mitad de parrafada con lo que siempre ando especulando en qué andará metido.

—Pues no le haría mucha gracia a tu mujer —gruñe Bajito, que mima su copa con la mirada enrojecida.
El Sabio hace un gesto despectivo. —Que no hubiera estado cerca, uno es lo que es. De joven era tan rápido que no había quien me ganara a reflejos. ¿Sabéis el juego ese de poner las manos bajo las de otro y darle hasta que consigue esquivar el golpe? Pues a este que habla se le ponían las manos rojas, pero de las leches que repartía.
—Ya, pero darle… —Bajito calla meneando la cabeza y nuestras miradas se cruzan. De pronto me duele el estómago y me pongo tenso con las palabras inacabadas de Bajito resonando: “pero darle…”
—¡Coño! La puta mosca no paraba de dar por culo, lo de la bandeja fue un accidente —se interrumpe unos instantes, pero a mí ya no me duele el estómago y hasta me entra la risa.
—¡Zas! Del ojo a la mano, teníais que haberlo visto, todo por los aires pero la mosca la tenía en la mano. Toda la tarde intentando pillarla y la tenía bien pillada ¡Zas! —y el avioncito que surca de nuevo el aire deteniéndose bruscamente a la altura del reloj de pulsera—. Me tengo que ir —murmura el Sabio, de pronto suena preocupado y farfulla no sé qué sobre el pan. Echa unas monedas sobre la barra y se marcha.
— ¡Qué coñazo es! —exclama Bajito—. Mucho presumir pero su mujer le montaría una buena ¡Menuda es esa! ¡Zas, zas, zas! —añade en tono burlón—. Seguro que lo tuvo recogiendo toda la tarde y ahora corriendo a por el pan que si no…
El dueño del Piojoso se le acerca inclinándose sobre la barra.
— ¿Quieres otra copa? —clava sus ojos piturrosos en los enrojecidos de Bajito.
Bajito encoge los hombros. —Vale —acepta al fin.
La copa pronto está a buen recaudo entre las manos bastas de Bajito que guarda silencio con la mirada ausente. Yo pago el café con la sensación de que a Bajito le queda poco, muy poco para visitar cierto cubil y me prometo andar ojo avizor. No me acaba de cuadrar un café tan bueno en un sitio como El Piojoso. A ver si va a ser verdad…


Publicado el 1 de junio del 2009 en Letras para Soñar

2 comentarios:

  1. Me acuerdo de este post, pero más me acuerdo de este bicho feo que pusiste para ilustrarlo, XD! ;)

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  2. Sí, mala pinta hacía yo el día que me saqué esa foto... XDDD

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