jueves, 31 de diciembre de 2009

LA MAGIA PERDIDA


-Ahí tienes -declara el cliente, un tal Faustino-. Y feliz año, Paco.

-Al año que le den. A éste que se va y también al que entra.

-¿Ya estamos de malas?

-¿De malas? Si es que todos los años es la misma historia, cojones. En la calle, en la tienda, en la finca... Que si feliz Navidad, que si feliz año, que si feliz pollas en vinagre y luego el resto del año los mismos capullos que me lo desean, ni me hablan.

-Va hostia, es que es la época.

-Pues voy y me cago en la época por eso precisamente, porque es la época. Por lo menos nadie podrá decir que soy un falso. Yo igualito todo el año: un borde de cojones.

El local se ha preñado de un silencio oscuro. La parrafada del Piojoso nos ha dejado a todos mudos. Porque tiene razón, toda la del mundo. Pero aún así, supongo que el crío que llevamos dentro quiere creer en algo llamado la Navidad, en que todavía existe la magia y la posibilidad de que volvamos a sentir ese cosquilleo agradable que te recorría el cuerpo de chiquillo. Y sabremos que eso ya es cosa del pasado, pero jode que te lo digan, igual que te digan que te vas a morir. Será verdad, pero jode oírlo.

Y así estamos todos, con la idea de que tal y como se ha torcido el día, lo mejor es irse a casa. Y entonces Paco, el Piojoso, un pedazo cabrón donde los haya, golpea la barra con una botella.

-Mecagoenlalechequehabeismamaohatajomamones -suelta en un idioma desconocido. Suena a maldición poderosa así que por si acaso, más de uno se santigua.

De pronto, como por arte de magia, aparecen una copas aflautadas al lado de la botella que por cierto se adivina de cava. Sí, se adivina porque viene trajeada de polvo y telarañas.

-Hala, nenazas, que sois unas nenazas. A brindar todo el mundo. -Y el Piojoso abre el cava que suelta un ¡pop! muy poco entusiasta.

Poco a poco nos acercamos todos a por nuestra copa de cava y acabamos deseándonos feliz año y feliz lo que haga falta. Y el que más o el que menos, vuelve a sentir el cosquilleo ese de la infancia. Supongo que las burbujas de buena mañana tendrán algo que ver. Pero es lo que hay, unos instantes de magia. Y gracias al Piojoso. Tiene gracia el tema. De todas formas, voy a aprovechar para compartir la magia y desearos a todos un FELIZ 2010.

lunes, 28 de diciembre de 2009

INOCENTADAS


-¡Ni los inocentes ni pollas! ¡Lo has pedido, lo pagas y punto!

Mi llegada al Piojoso topa con dos rostros que centran la atención de todos. Uno de ellos está congestionado hasta competir con una remolacha en el color y el otro hace lo mismo, competir también, pero con las paredes de cal. El cabreado hasta el extremo es el Piojoso que se inclina sobre la barra como si fuera a saltarla y el agredido, las palabras del dueño del bar tienen aristas que hieren en lo más hondo, es Bajito. Me pregunto qué diablos habrá hecho el pobre desgraciado para suscitar las iras del Piojoso. La escena permanece congelada durante unos instantes, milésimas de segundo, y con una asombrosa claridad distingo hasta las gotitas de saliva que recorren el espacio entre la boca del Piojoso y el rostro de Bajito. Disfruto del cuadro hasta que se emborrona en un parpadeo. Los personajes recobran el movimiento, incluido servidor.

-Ya lo sabes -sisea el Piojoso algo más tranquilo-. Siete euros y lo que hagas con eso me la trae floja.
Al decir "eso", señala un vaso largo lleno de un extraño liquido blanco lechoso con mechas amarillas y negruzcas.
-Joder, Paco -gimotea Bajito que todavía no ha aprendido que a Paco, el Piojoso, las súplicas lo hacen más borde de lo que es por naturaleza-. Era una inocentada, solo quería que echáramos unas risas.
-Muy bien, pues mira como me río: Jajaja. Ahora paga el puto cubata y me seguiré riendo como una loca.
-¿Siete euros?
-Siete, sí, siete. Lo que vale un cubata de whiskey más la leche que es de la buena. La pimienta te la regalo.
-La hostia, también eres tú un poco cabrón, joder -Sabio se acerca a la barra con su andar parsimonioso de barrilete con sobrepeso. Deja una copa sobre la barra para que se la rellenen y prende un cigarrillo.
Observo a Bajito escabillirse a un lado. Tonto no es, un poco bobo, pero lo que se dice tonto, no.
-El chaval solo quería gastarte una broma y tú vas y te pones como una fiera. Hay que tener un poco de espíritu navideño. Tampoco ha hecho daño a nadie, ¿no?

A todo esto yo sigo sin café, pero tampoco me hago notar que hoy va a haber sangre y no quiero que me salpique. Me encojo sin querer y veo por el rabillo del ojo que los habituales procuran fundirse con las sillas. Se avecina tormenta y nadie quiere sufrir "daños colaterales".
-Tienes razón, coño, tienes razón.
El suspiro de asombro se convierte en exclamación cuando en el rostro del Piojoso aparece una sonrisa.
-Es Navidad. Venga, no te preocupes por esto -le dice a Bajito y coge el "combinado" de la barra-. ¿Otro? -pregunta a Sabio que también luce una sonrisilla, algo engreída todo hay que decirlo, pero hoy parece que hasta en el Piojoso imperará el espíritu de paz y cordialidad propio de estas fechas.
Pronto la copa de Sabio está llena y mi café delante de mí. Lo saboreo con el deleite acostumbrado endulzado con la armonía del momento. El murmullo del fondo es más alegre que de costumbre y por la puerta se adivina un día claro, sin nubes. Y, como todo lo bueno, no dura demasiado.
-¡HOSTIA PUTA!
Sabio está de pie escupiendo y blasfemando a la vez, cosa que tiene su mérito. Probad a hacerlo si no me creéis.
-¿QUÉ COJONES ES ESTO? -aulla hacia la barra mientras agita la copa.
Al Piojoso le cuesta algunos segundos responder, está doblao de la risa. -¡INOCENTE! -grita finalmente entre risotadas-. ¿No te gusta el coñac con vinagre? ¡Toma espíritu navideño! JA,JA,JA,JA.
-Pero que recabrón eres -musita Sabio limpiándose la lengua con una servilleta-. Anda, tira esta mierda y ponme otra -añade, dejando la copa sobre la barra.
-¿De lo mismo? -pregunta el Piojoso y rompe a reír de nuevo. Para mi asombro, Sabio se une a las risas y acaba golpeando la barra mientras le caen lágrimas al grito de: ¡Qué Cabrón eres, Paco!
La risa es más contagioso que las lágrimas y acabamos todos riendo a carcajadas de tal modo que quien pase por la puerta ha de pensar por fuerza que o bien nos hemos colocado con algo o hemos perdido la cabeza. O las dos cosas. Aunque tampoco pasa nada, el bar ya cuenta con una fama de los más infame en el barrio.

Cuando me marcho, con todo el mundo más tranquilo y relajado, el día que se barruntaba está ahí: claro, azul, soleado y con un airecillo rascabajos que corta las ideas. Pero es hermoso, un buen día. Uno con espíritu navideño.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Clooney, Malkovich y el Piojoso


-¡ESA PUERTA! -se queja el coro de habituales.

Entro deprisa dejándome abrazar por la cálida atmósfera del Piojoso. Cálida y repleta de olores que se podrían clasificar por estratos en base a su antiguedad. La mayoría de esos estratos son una agresión olfativa, menos mal que al cabo de un rato uno se integra de tal manera que ya no huele nada. Lo malo es que la pestuza te impregna el pelo, la ropa y cada centímetro de la piel. Y claro, cuando llego a casa, hay quien no se acostumbra a ese peculiar "aroma".

-Del Piojoso, ¿eh? -comenta con sorna mi mujer.

-Ujum -respondo distraido.

-El mejor café del barrio, ¿eh?

-Ujum - repito, esta vez con más cuidado que me da en la nariz (nunca mejor dicho) que algo se cuece en Dinamarca.

-Y a ti te parece normal ir a por flores a las cloacas, ¿eh?

Harto ya de tanto ¿eh? y ofendido por el tema ese de las cloacas, me giro con determinación y suelto lo que pienso.

-Mujer, ¿tanto te molesta?

-No, hombre, no. Solo que hueles a cabra, pero no quisiera yo privarte de ese placer. El del café quiero decir. Pero podríamos evitar que vengas apestando, ¿no? Se me ha ocurrido una idea -y me mira muy zalamera ella. Las alarmas se disparan en mi cabeza.

-¿Qué quieres decir? -pregunto con cautela.

-Que podríamos pedirle a los Reyes que nos traigan la cafetera esa del George Clooney, que hace muy buen café.

No sé qué contestar, por un lado sé que hace un buen café el trasto ese, lo he probado en casa de un amigo. Por el otro, Clooney tiene a Malkovich y yo tengo al Piojoso. Niego lentamente con la cabeza.

-No, creo que no.

-¿Por qué, cariño? -y la pregunta ronronea como una motosierra calentándose.

-Porque este año había pensado que podíamos pedir la Wii, así podemos hacer ejercicio en casa -lo suelto de corrido inspirado por alguna musa cafetera que ha venido en mi auxilio. En realidad he querido decir que es ella la que puede hacer ejercicio, que yo soy más de correr por la calle y jugar a futbito. Ha sido una salida a la desesperada. No me atrevo a levantar la mirada. De pronto una avalancha de besos y abrazos se me viene encima.

-¡Mi amor! ¡Eres un cielo!

¡Uf! ¡Por poco! A partir de ahora me cambio de ropa en cuanto vuelva del Piojoso y me lavo bien lavado o mejor aún, me ducho. Y es que no puedo prescindir del Piojoso. No es solo el café, es todo el ritual y los rituales son tan necesarios como las improvisaciones. Respiro aliviado, he estado fino y rápido. Me voy a tomar otro café para celebrarlo ¡Va por vosotros, George y John!

(Por cierto, ahora a ver a qué Rey convenzo para que me regale una Wii)

jueves, 17 de diciembre de 2009

Premio Blog de Fantasía















-¡Eh! ¿Es verdad que te han dado un premio?
-Sí -responde el Piojoso con una gran sonrisa-. Me lo ha dado Rosa que tiene un garito muy interesante. -Me asombra la variedad de colores que presenta en los dientes que le quedan, desde el amarillo claro a una suerte de verde oscuro que impresiona
-A ver si es que le gustas -ríe Bajito. El resto de habituales ríe con él. Eso sí, antes se han asegurado todos de que al Piojoso el comentario no le ha sentado mal. Con éste nunca se sabe.
-Pues aquí donde me veis - comenta el premiado sin dejar de sonreír-, yo ligaba lo mío en mis tiempos. Lo que pasa es que la edad... -se encoge de hombros dejando la frase inacabada.
Bajito abre la boca para soltar una de las suyas pero afortunadamente para él, se lo piensa y decide callar. Menos mal, se acerca la Navidad y prefiero no verla teñida de sangre.
El Piojoso mientras tanto, ha sacado varios vasos chatos, de esos que sirven para los chupitos. Cuenta los que estamos en el bar y luego escancia una tirito de orujo.
-Venga -grazna-, a beber todo el mundo. Por Rosa.
Y por Rosa que brindamos todos y yo acabo con ganas de ponerme a saltar. Apuro el café cuando veo al Piojoso coger de nuevo la botella. Un "tirito" vale, dos pueden dejarme tumbado el resto del día. Me despido con el consabido gruñido y salgo a la calle donde me abofetea el aire helado, despejándome.
No es mala forma de empezar el día: con un brindis y un premio.
Va por ti, Rosa.

martes, 15 de diciembre de 2009

VUELTA AL PIOJOSO


-Pues mira, ésta del meñique es para la oreja, que a veces me pica y no veas que gusto, y ésta...

-Pa la nariz, que tú la guitarra no la tocas. Mira que eres guarro, no vuelvo a darte la mano así me ahorquen.

-¡Coño, Paco! ¡Que me las lavo! También eres tú cabrón. -Bajito está rojo de vergüenza ante el comentario del Piojoso. Esconde la mano que hasta hace un momento aireaba orgulloso mientras explicaba los quehaceres de sus dos uñas más largas. Estoy con el Piojoso, Bajito es una guarro. Lo que tiene guasa es que sea el Piojoso quien lo diga. Y también tiene su aquel que Bajito siempre dé pie a los demás para meterse con él. A veces sospecho que lo tienen ensayado para cuando entra alguien. Y eso es justo lo que acabo de hacer yo: entrar y después de varias semanas sin hacerlo.

-Qué cojones te las vas a lavar -escupe el Piojoso tras echarme un vistazo por el rabillo del ojo. ¡Menuda mirada! Si me la echa de frente, me desintegra en el sitio-. Cuando vas a mear aquí, no tocas ni el grifo.

-¿Cómo que no? -susurra Bajito cada vez más rojo-. Sí que me las lavo, lo que pasa es que tú no me ves.

-¡Qué no, coño! -replica el Piojoso dando una palmada sobre la barra-. No hay jabón y el secador hace meses que no va y tú siempre sales con las manos secas.

Ahí ya no me puedo contener y suelto la carcajada. El Piojoso se gira hacia mí como una serpiente. Intento disfrazar la risa de tos a la vez que me hago el distraido, como si la cosa no fuera conmigo. Como si no hiciera días, muchos días, que no aparezco y sólo estuviera esperando mi café... Lo llevo claro.

-Mucho tiempo, ¿no? -el tono del Piojoso es suave y más falso que el beso de Judas.

-Bueno, sí. Verás, he dejado de fumar y venir por aquí me daba unas ganas que apenas conseguía controlar y pensé que... -mi farfullo se pierde en el silencio denso del bar. Todos los ojos están dirigidos a mí y, casualidad o no, todos dan unas hermosas y profundas caladas a sus pitillos. Todos menos el Piojoso que no está fumando. Pero le pone remedio. Antes de seguir hablando, se enciende uno con parsimonia.

-Ya, y has vuelto a caer.

-No, no. Sigo sin fumar -intento sonreír, pero desisto. al fondo del local solo hay humo y ojos entornados que me observan-. Lo echaba de menos -digo haciendo un gesto que abarca el bar.

-Normal -interviene Bajito que nunca aprenderá-. Somos cojonudos, ¿verdad, Paco? Y nos echaba de menos.

Le daría un beso a Bajito si no fuera porque no estoy vacunado contra el tétanos. Acaba de cagarla otra vez rompiendo la tensión. Un poco más y ...

-Tú si que eres cojonudo, joder. Tú y tus uñas. Lo que echa de menos es el tabaco -concluye el Piojoso con un gruñido. Pero se acerca a la cafetera y al cabo de unos minutos yo tengo mi café y los demás vuelven a lo suyo, dejándome estar.

El Piojoso se equivoca, no es el tabaco lo que echo de menos (bueno, algo sí), es el café que hace el jodío. Me llevo la taza a los labios y lo saboreo. ¿Cómo lo hará? Procuro controlarme, me costará algo de tiempo, pero volveré a integrarme cueste lo que cueste. Este café vale la pena, ya lo creo.

Publicado el 21 de octubre de 2009 en Letras para Soñar.

domingo, 13 de diciembre de 2009

ZOMBIS CON ANDADOR


Él viste un polo azul de manga corta con dos rayitas grises en el cuello y la figura de un animal a la altura de la tetilla izquierda...

(¿Nunca os habéis preguntado si existe una relación entre el animal-logotipo de la prenda y su dueño? Cocodrilos, perros, caballos, delfines, ...)

...El vientre sobresale por encima de un cinturón negro que pide socorro y cede el paso a un pantalón azul marino. Rematan el conjunto unos zapatos negros de los llamados castellanos.
Le falta pelo en la coronilla y sonrisas en las arrugas de los ojos y las comisuras de los labios. Tiene la mirada perdida y la boca entreabierta como si le faltara el aire. En la mano pende un cigarrillo que humea, olvidado.

Ella luce una blusa floreada que, aunque holgada, apenas disimula el generoso y decadente pecho. Una falda verde y prieta, bajo la que marcan líneas unas bragas amplias, amplísimas, se interrumpe en las rodillas. Desde allí se distinguen unas pantorrillas níveas y polláceas rematadas por unos pies anchos embutidos en zapatos negros de tacón cuadrado.
Tiene un cardado psicodélico que haría las delicias oníricas de un hippy -¿quedará alguno?- y le sobran arrugas que el maquillaje destaca con crueldad. Mira al frente con fijeza y lleva los labios fruncidos.

Pasean cogidos del brazo, cada uno inmerso en su mundo y ajeno al otro.

-Por eso no me he casado -suelta con parsimonia el Piojoso.
Me vuelvo algo sobresaltado, me había dejado llevar por la visión de la pareja, nada nuevo la verdad. Lo de la pareja quiero decir, pero no dejo de sentir fascinación cada vez que veo una así.
-¿Eh? -digo curvando el labio, consciente repentinamente de donde estoy: bar del Piojoso tomando una caña a media mañana de un domingo, porque mi bar de los festivos está cerrado. Normalmente, al Piojoso solo voy entre semana y cuando el sol apenas raya el horizonte. A esa hora las sombras dan un tinte sobrenatural al mal iluminado local, a las doce del mediodía no es más que un antro mugriento.
-Que por eso nunca me he casado -repite el de la barra, alejándose para servir una cerveza que le acaban de pedir. Levanta la voz incluyendo a todos en el comentario. -Ves uno de esos matrimonios que llevan años casados y te alegras de ser soltero.
-¡Ah! -decimos varios en plan solidario-. No soy el único que no tiene ni idea de por dónde va a salir, pero un partido de fútbol en el televisor acaba diluyendo la atención.
El Piojoso esboza una media sonrisa borde y mientras se enciende un cigarrillo, nos observa a todos.
-Lo digo por lo de follar -afirma al cabo de un rato.
Ahora sí que tiene nuestra atención, el sexo siempre vende.
-Coño, esos ya ni tienen ganas, solo hay que verlos cogidos del brazo como si llevaran un andador. Lo único que les queda son los miedos y por eso necesitan al otro: su andador. A buenas horas me caso yo para eso. Me gusta pegar un polvo más que a un tonto una tiza. Zombis -sentencia-, eso es lo que son, unos zombis. Lástima me dan.
Alguno de los presentes carraspean incómodos, seguramente saben lo que es llevar un andador.
-Pues que se lo monten con otro -clama uno del fondo. No consigo distinguir quién.
-¿Con otro? No tienen ni ganas, están tan cagaos que no sabrían qué hacer -dice el Piojoso negando con la cabeza.
Los demás asienten diciendo que eso es verdad, que no sabrían qué hacer. Me temo que algunos hablan por experiencia. La conversación no prende y no solo por el partido. Creo que la mayoría, si están en el bar, es precisamente para no pensar en esas cosas. El Piojoso no insiste y acaba fregando unos vasos sobre los que deja caer la ceniza del pitillo que lleva entre los labios.

Cuando salgo, veo a la pareja de antes que vuelve por la acera de enfrente. Ella sigue con los labios fruncidos y él juguetea con el cigarrillo. Zombis con andador, pienso. Va a ser verdad.

Publicado el 20 de septiembre 2009 en Letras para Soñar

martes, 8 de diciembre de 2009

DESPEDIDA


Hoy es la primera vez que yo recuerde, que me tomo una copa de cazalla de buena mañana. Y mis buenos lagrimones me ha costado tomármela, pero tocaba cumplir.

Cuando entro el silencio es más profundo de lo normal, pero como estoy bastante apagado -un mal sueño, malo de verdad- tampoco presto demasiada atención. Apoyándome en la barra tras emitir un gruñido, doy la espalda a los habituales y me dejo absorber por los juegos de sombras del exterior mientras aguardo mi café. El único pensamiento que me ocupa en estos instantes es cuánto maldigo la hora en que dejé de fumar hace ya cinco meses, y es que en momentos como este, aún lo deseo. Y mucho.

Oigo como el Piojoso se acerca por la barra, tiene un carraspeo inconfundible, y un leve golpe sobre la madera delata que ya tengo lo mío. Me giro buscando la taza -un buen trago de café amargo me vendrá bien- y me encuentro con una copa llena de un líquido transparente y espeso. Al levantar la vista, extrañado, me taladran los ojos del Piojoso, de Bajito, de Ismael y de otros cuantos habituales. Todos tienen una copa en la mano y todas se alargan hacia otra que reposa en la barra sin dueño. Frunzo el ceño unos instantes hasta que caigo en la cuenta: ese era el sitio de Larguirucho. No me entretengo y levanto mi copa ofreciendo mi tributo junto con los demás. Curioso como a todos el quemazón del líquido nos provoca unos lagrimones del tamaño de puños. Tras la cazalla, tomo mi café y sin proferir palabra, salgo del silencioso local recordando a Larguirucho, su humor negro y lacónico, su habla pausada y su sentencia favorita: -Es la espera lo que me está matando.

Va por ti.
Entrada publicada el 14 de septiembre 2009 en Letras para Soñar.

viernes, 4 de diciembre de 2009

LOTERÍA


-Mira por donde me acaban de regalar lotería de Navidad. -Al Piojoso le brillan tanto los ojillos que juraría que se ha emocionado de verdad.

-¿Regalar? -rezongó Bajito-. Ya será menos. Nadie regala nada.

-Eso crees tú que eres un mala sangre -responde el Piojoso sin perder la sonrisa. Se le ve contento, no creo que le hagan muchos regalos-. Me lo manda Milagros desde su blog. Parece que le caemos bien -añade con gesto de sorpresa.

-¡Le caemos bien! -exclama Bajito, asombrado-. Eso si que es difícil de creer.

Pago mi café mientras disimulo la sonrisa que me cosquillea en los labios. , pienso. Le caéis bien. No me explico el porqué, pero así son las cosas.

-Pues le caemos bien porque somos lo que somos: tipos singulares -sentencia el Piojoso muy ufano. Y con eso da por cerrado el tema y yo me marcho hasta la próxima.



Desde el blog Alas de Plomo regalan lotería a los blogueros. Los interesados que acudan allí a leer las condiciones.

A mí me la manda Milagros, seguidora de las andanzas del Piojoso y su banda.

Gracias Milagros, un detallazo el tuyo.


Mis blogs elegidos para compartir esta suerte son:










LA PASTA DE DIENTES


-¡Qué me lave los dientes va y me suelta! No abulta ni esto la cría de los cojones. -La mano, cuadrada y gruesa, oscila a la altura de la abultada barriga de su dueño, por lo que calculo que tendrá unos seis o siete años. La cría me refiero, no la barriga que esa ya ha visto mundo, ya. El hombre vuelve a apoyarse en la barra, prácticamente se acuesta en ella abrazando el carajillo con mimo. Por la edad que tiene, infiero que la pequeña insolente debe ser su nieta.

-Pues lávatelos, hombre, que con lo que le pegas, la chiquilla te verá doble -interviene el Piojoso-. La estarás traumatizando.

Los demás se ríen, pero no demasiado. Para mí que la mayor parte de los habituales necesitaría un manual de instrucciones sobre cómo manejar un cepillo de dientes, y eso incluye al Piojoso.

-¡Pero si me los lavo! -ruge indignado el abuelo-. Toas las mañanas cojo el bicarbonato y me refriego a base de bien. La parienta dice que armo un montón de jaleo, que si me he vuelto loco. -Pega un trago cauteloso al carajillo seguido de otro más largo-. Le digo que no, que es por la cría. -Menea la cabeza-. Y pa na. Te huele la boca, Yayo -remeda el hombre a la niña mientras compone una mueca de disgusto-. No te voy a dar más besitos. ¡Bah! ¿Quién los quiere?

-Lávatelos con pasta, coño, el bicarbonato es para cuando tienes acidez -interviene Bajito-. Con la pasta no te olería el aliento.

-¿Pasta?

-Sí. joder, pasta de dientes. La Colgate o una de esas. Huelen bien, a mí me dan ganas de comérmela.

-¡Quía! -exclama el abuelo-. Eso es como comerse un chicle y a mí no me gusta el chicle. Mi padre se los lavaba con bicarbonato tos los domingos pa ir a misa y le iba bien. -Suspira con resignación-. Ya no me da ni besos.

-Venga, tonto -ríe el Piojoso-. Yo te daré uno si quieres.

Las risas se mezclan con gritos de ¡Con lengua, con lengua! a lo que el Piojoso saca a pasear una "sin hueso" entre blanquecina y amarillenta que quedaría de miedo en una película de zombis. El abuelo de repente animado, se une a las risas y le espeta al Piojoso que adelante con el beso, pero que espere a que se baje el pantalón que lo quiere en el culo. Ahí apuro el café y decido marcharme. No por nada, pero lo último que me apetece es empezar el día con la imagen de un trasero arrugado. Y por las risotadas y palmas que rebotan contra la puerta mientras la cierro, creo que he hecho bien.
De todas formas, apostaría los ahorros de mis vecinos a que el abuelo se compra la pasta de dientes. Hay cosas que no tienen precio y los besos de una nieta son una de esas cosas.


Publicado el 11 de septiembre de 2009 en Letras para Soñar.

martes, 1 de diciembre de 2009

El Cigarrillo, el Repollo y el Gobierno


—Esta vez van en serio: no van a dejar fumar en ningún lado —y pega una fuerte calada al cigarrillo que lleva tumbado en el labio—. Al final nos tocará hacerlo a escondidas como cuando éramos críos. ¡Mierda país!
—Eso ya lo veremos—interviene el Piojoso enarbolando su propio cigarrillo a modo de florete—. Aquí la gente va a seguir fumando por mis cojones, y punto.
—Pues si te denuncian, te cae un multazo y hasta puede que te cierren el bar…
El Piojoso dispara la mirada bermeja hacia quien acaba de hablar.
— ¿Qué pasa? —pregunta arrastrando las palabras sobre gravilla—. ¿Se lo vas a decir tú?
El habitual, un jubilado rollizo y malencarado que casi nunca abre la boca y está deseando haber seguido así, agacha la cabeza.
—No, coño, solo decía que…
Normalmente, cuando arremete, el Piojoso se conforma con esos gimoteos, pero hoy no parece dispuesto a perder la presa. Me da que no ha pasado buena noche, las legañas que juguetean entre sus pestañas le delatan, y alguien va a pagar por eso. Pero interviene el Sabio, difícil que éste se calle cuando hay polémica de por medio, y la presunta víctima suspira aliviada mientras corre hacia la niebla de humos que pende al fondo del local.
—Lo que hay es mucha hipocresía —sentencia Ismael, el Sabio—. El puto gobierno que cada vez es más papá, venga a meterse con los que fumamos, pero se lleva sus buenos duros por cada paquete de tabaco. Y nada de prohibir que lo vendan. Sí, sí, mucho que fumar puede matar, pero ellos a seguir mojando en la sopa que si luego te da un cáncer, ellos ya te han avisado. A partir de ahí, te jodes.
—Pues lo que digo es que a mí no me dice nadie lo que puedo hacer en mi bar —salta el Piojoso—. Aquí se fuma y se fumará y que no venga nadie a tocarme los cojones.
Casi todos cabeceamos asintiendo mientras nos llevamos las manos al pecho: el que más o el que menos tiene una tos de esas que llaman cavernosa y que asusta a los niños cuando la sueltas por la calle. Pero que no nos digan lo que tenemos que hacer.

—¡Eh! —me grita una vocecita en la cabeza— ¡Que tú ya no fumas!

El Sabio se envalentona. Vernos a todos pendientes, le pone. Eso sí, él a su bola.
—Pues hay más sobre esto del tabaco. ¿Sabéis lo que me dijo el médico el otro día? —Se detiene teatralmente mirando a su alrededor. Luego levanta dos dedos—. Uno: que dejara de fumar. Cosa que no pienso dejar de hacer y se lo dije bien clarito. —Lo subraya metiéndole fuego a un Ducados—. Y dos: esto no os la vais a creer. Coge el tío y, mirándome fijamente después de decirle que el tabaco no lo dejo, va y me suelta: Le comprendo perfectamente, porque el problema real no es el tabaco. ¿Sabe usted, Sr. Repollo, cuál es el problema de…?
—¿Sr. Repollo? ¿Quién coño es el Sr. Repollo? —interrumpe el Piojoso.
—Coño, pues yo —declara muy ufano el Sabio—. El médico se llama Rodríguez o Ramírez o …
La carcajada general troncha la frase. Carajillos y cafés riegan en aspersión la barra y las mesas. El Sabio frunce el ceño como si no comprendiera qué ocurre e intenta seguir.
—Si solo fumáramos tabaco, no… —Imposible, las risas han degenerado en esa riada incontenible de comentarios sofocados con jadeos histéricos. Los rostros se giran con manos enmascarando las bocas. No hay nada que hacer: Ismael el Sabio está siendo objeto del mayor cachondeo que se recuerda en el Piojoso.
—Repollo —se oye por un lado y risas que lo corean.
—Cambia la O
— ¿La O?
—Por una A.
—Repa…
— Esa no, coño. La otra.
—¡Ah! Repo...
Y esa risa que remueve como un terremoto al que la suelta, se apodera de todos. Yo, visto el cariz casi sádico que está tomando el asunto, decido que lo mejor es largarme.
— ¿Y su señora cómo se llama?
Apuro el café no queriendo escuchar la respuesta a esa pregunta y salgo fuera donde aún tengo que detenerme para tomar aire y ventilar las carcajadas. En eso estoy cuando se abre la puerta a mis espaldas y una figura sombría pasa por mi lado refunfuñando.
—Lo que llevan los cigarrillos es lo que debería controlar el gobierno. Si fuera tabaco solo, no perjudicaría tanto, ni viciaría tanto. PANDAHIJOSDEPUTA.
Y no sé si se refiere al gobierno o a los de dentro. A través de la puerta se cuelan comentarios hirientes que le hacen medio volverse y entonces se fija en mí. Ismael, el Sabio, aprieta la mandíbula, observándome. Yo enarco las cejas y ladeo la cabeza queriendo ofrecerle mi simpatía,
— ¡Putos ignorantes! —exclama al fin y se larga calle abajo con un cabreo monumental.
A mí aún me dura la sonrisa un buen rato, pero se me acaba pasando cuando de pronto me asaltan unas ganas terribles de fumar. Las echo a un lado indignado. Llevo ocho meses sin fumar no voy a caer ahora… ¡Uf! Un cafetito con un pitillo… No, ni hablar. NI HABLAR.
Joder, ¿qué coño le meterán al tabaco?
Entrada publicada por primera vez el uno de diciembre del 2009 en este blog.