domingo, 13 de diciembre de 2009

ZOMBIS CON ANDADOR


Él viste un polo azul de manga corta con dos rayitas grises en el cuello y la figura de un animal a la altura de la tetilla izquierda...

(¿Nunca os habéis preguntado si existe una relación entre el animal-logotipo de la prenda y su dueño? Cocodrilos, perros, caballos, delfines, ...)

...El vientre sobresale por encima de un cinturón negro que pide socorro y cede el paso a un pantalón azul marino. Rematan el conjunto unos zapatos negros de los llamados castellanos.
Le falta pelo en la coronilla y sonrisas en las arrugas de los ojos y las comisuras de los labios. Tiene la mirada perdida y la boca entreabierta como si le faltara el aire. En la mano pende un cigarrillo que humea, olvidado.

Ella luce una blusa floreada que, aunque holgada, apenas disimula el generoso y decadente pecho. Una falda verde y prieta, bajo la que marcan líneas unas bragas amplias, amplísimas, se interrumpe en las rodillas. Desde allí se distinguen unas pantorrillas níveas y polláceas rematadas por unos pies anchos embutidos en zapatos negros de tacón cuadrado.
Tiene un cardado psicodélico que haría las delicias oníricas de un hippy -¿quedará alguno?- y le sobran arrugas que el maquillaje destaca con crueldad. Mira al frente con fijeza y lleva los labios fruncidos.

Pasean cogidos del brazo, cada uno inmerso en su mundo y ajeno al otro.

-Por eso no me he casado -suelta con parsimonia el Piojoso.
Me vuelvo algo sobresaltado, me había dejado llevar por la visión de la pareja, nada nuevo la verdad. Lo de la pareja quiero decir, pero no dejo de sentir fascinación cada vez que veo una así.
-¿Eh? -digo curvando el labio, consciente repentinamente de donde estoy: bar del Piojoso tomando una caña a media mañana de un domingo, porque mi bar de los festivos está cerrado. Normalmente, al Piojoso solo voy entre semana y cuando el sol apenas raya el horizonte. A esa hora las sombras dan un tinte sobrenatural al mal iluminado local, a las doce del mediodía no es más que un antro mugriento.
-Que por eso nunca me he casado -repite el de la barra, alejándose para servir una cerveza que le acaban de pedir. Levanta la voz incluyendo a todos en el comentario. -Ves uno de esos matrimonios que llevan años casados y te alegras de ser soltero.
-¡Ah! -decimos varios en plan solidario-. No soy el único que no tiene ni idea de por dónde va a salir, pero un partido de fútbol en el televisor acaba diluyendo la atención.
El Piojoso esboza una media sonrisa borde y mientras se enciende un cigarrillo, nos observa a todos.
-Lo digo por lo de follar -afirma al cabo de un rato.
Ahora sí que tiene nuestra atención, el sexo siempre vende.
-Coño, esos ya ni tienen ganas, solo hay que verlos cogidos del brazo como si llevaran un andador. Lo único que les queda son los miedos y por eso necesitan al otro: su andador. A buenas horas me caso yo para eso. Me gusta pegar un polvo más que a un tonto una tiza. Zombis -sentencia-, eso es lo que son, unos zombis. Lástima me dan.
Alguno de los presentes carraspean incómodos, seguramente saben lo que es llevar un andador.
-Pues que se lo monten con otro -clama uno del fondo. No consigo distinguir quién.
-¿Con otro? No tienen ni ganas, están tan cagaos que no sabrían qué hacer -dice el Piojoso negando con la cabeza.
Los demás asienten diciendo que eso es verdad, que no sabrían qué hacer. Me temo que algunos hablan por experiencia. La conversación no prende y no solo por el partido. Creo que la mayoría, si están en el bar, es precisamente para no pensar en esas cosas. El Piojoso no insiste y acaba fregando unos vasos sobre los que deja caer la ceniza del pitillo que lleva entre los labios.

Cuando salgo, veo a la pareja de antes que vuelve por la acera de enfrente. Ella sigue con los labios fruncidos y él juguetea con el cigarrillo. Zombis con andador, pienso. Va a ser verdad.

Publicado el 20 de septiembre 2009 en Letras para Soñar

1 comentario:

  1. El Piojoso es el héroe de muchos de ellos. Así que la parienta la dejan en casa.

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