jueves, 29 de octubre de 2009

Café con Brandy



Huele a aceite refrito, humo denso, blasfemias esputadas y a macho sudoroso. Sí, estoy en un bar de currelas haciéndome una caña con un platito de bravas. ¡No veas qué buenas las bravas!
El tipo lleva gafas y juega con ellas de un modo que simula casualidad y que se adivina estudiado. Lo curioso es que las levanta sobre los ojos para leer y las baja para observar a su interlocutora –una rubia teñida bastante jamona ella- así que barrunto que las lentes no son más que un simple adorno. La chaqueta desabrochada sobre la camisa sin corbata y el pelo canoso cuidadosamente despeinado me confirman que estoy ante un tipo que quiere ser “interesante”. Un maduro atractivo, vamos. La jamona parece encontrarle su aquel al individuo, porque le ríe todas las gracias con carcajadas que sacuden su generoso escote. Ella también quiere ser interesante y cruza las piernas a la menor ocasión para solaz de los curritos que comen en la mesa de al lado. A uno en concreto le adornan unas mejillas bermejas que da gusto verlo.
Al poco una morena bajita, entrada en carnes, con una sonrisa tímida y una carpeta repleta de papeles se une a Interesante y Jamona. Bajita frisa los cuarenta y tantos y por la forma de actuar me da la impresión de que no está cómoda con sus acompañantes. Viendo la hora que es, la proximidad de un instituto y la carpeta de Bajita, diría que los tres son profesores que acaban de comer, pero tampoco podría jurarlo. Quizás sean vendedores de “tupperwares” a domicilio o un trío de asesinos despiadados…
La verdad es que no tengo ni idea y con la tele ofreciendo las últimas sobre la gripe porcina, pandemias y horrores varios se avecinan, apenas oigo de qué hablan. Entonces, justo cuando se acerca el camarero para retirar los platos de Interesante y Jamona y tomar notas de los cafés, alguien, harto ya de cerdos con resfriados, crisis económicas y Carla Bruni luciendo palmito (yo a esta le hubiera dado más tiempo antes de hartarme), ha apagado el televisor y puedo oír claramente el pedido de Interesante.
—A ver —se ajusta las gafas—. Yo tomaré un café tocado de brandy, pero no me pongas Soberano que me sienta como un tiro. Tú dile a Pepe —añade señalando al de la barra con las gafas—. Él ya sabe. Ella —prosigue señalando a Jamona—, un cortado corto de café y con la leche caliente.
Jamona asiente con una gran sonrisa de niña buena. Bajita va a hablar pero Interesante se le adelanta. —Tú un cortado con leche desnatada, ¿verdad?
Bajita confirma con la cabeza mientras exhibe una sonrisa nerviosa. Estoy seguro de que estaría más a gusto en cualquier otro lugar.
El camarero se acerca a la barra, llama a Pepe e indicando con un gesto a la mesa, canturrea:
—Un solo con gotita de lo que tengas a mano y dos cortados para las pavitas.
—¿Para mister Brandy? -pregunta el de la barra, socarrón.
—Sí.
—Vale, pues le dices que o paga hoy o…
—Lleva pasta, va a pagar.
Pepe frunce el ceño desconfiado, pero el otro reafirma lo dicho con un gesto, así que se vuelve y hace los cafés.
—Vale, ahí tienes.
Los cortados son eso, cortados de lo más normal y el café lleva un añadido de Soberano, que servidor ha visto la botella salir de debajo de la barra.
El camarero toma la bandeja con cuidado y se aproxima a la mesa.
—A ver —dice tomando un cortado—. Leche desnatada, ¿verdad? —le dice a Bajita.
—Y este con la leche caliente para usted —sigue con Jamona. —Y el café con brandy.
— ¿Qué me ha puesto Pepe? —pregunta Interesante con una amplia sonrisa de suficiencia.
Lo que le ha salido de las pelotas, me entran ganas de decirle.
—Torres —susurra el camarero guiñando un ojo—. Torres 10 años —añade mirando a su alrededor como si temiera que le oyera alguien.
La sonrisa de Interesante se hace más amplia y mira satisfecho a sus dos acompañantes que le observan, la una tímida y la otra lasciva. Acaba por sacar un billete de cincuenta euros y se lo entrega al camarero.
—Habla con Pepe —le dice enarcando una ceja—. Él ya sabe.
El camarero se acerca a la barra donde le aguarda Pepe. Le entrega el billete de cincuenta.
—¿Sólo esto? —pregunta incrédulo—. Nos debe más de cien.
—Bueno, bueno —repone el otro conciliador—. Paga lo de hoy y aun sobra. Seguro que mañana trae más.
—¡Me cago en los cojones! —exclama Pepe rodeando la barra—. Estoy hasta las pelotas.
Pero llega tarde, Interesante ya sale por la puerta con Jamona y Bajita.
Mecagoensusmuertos.
—Venga, Pepe. Sabes que siempre acaba pagando.
Pepe no responde, de pronto se ha fijado en mí, ahí acodado en la barra con toda mi descarada atención centrada en él.
—¿Otra caña, jefe? —me pregunta con recochineo al cabo de unos instantes largos y densos.
Salgo de mi ensimismamiento, echo una mirada al reloj, musito que es tarde, muy tarde y tras pagar la cuenta –dejo una buena propina, el espectáculo lo ha valido- me voy corriendo a tomar notas.

¡Coño, qué bueno!
Publicada el 29 de abril 2009 en Letras para Soñar.

2 comentarios:

  1. Me encanta la sabiduría de algunos camareros y la forma en qué toman el pelo a ciertas personas, sobre todo a los que van de "enteraos".
    Este Pepe tampoco está nada mal, no como el Piojoso, pero dale tiempo...

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  2. Pues no sé qué decirte, a mí el Piojoso me tiene cautivado.;-)

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