-El otro día estuvo por aquí.
-¿Y qué?
-Me pidió pasta.
-¿Le diste?
-Veinte pavos. Para hacer la compra. -Aspira el humo y encoge los hombros-. Me dio lástima.
-¿Eso fue ayer?
-Justo, por la mañana.
-Pues lo vi por la tarde en el bar de Manolo dándole a la máquina.
-¡Será cabrón!
Sabio echa la cabeza hacia atrás esquivando el humo ensalivado del otro.
-Es un vicio.
-Si, y el de su familia también, ¿no? Vicio de comer. Si lo pillo, se va a enterar. -El Piojoso aprieta los dientes con rabia, tanta que corta la boquilla del cigarrillo.
-Pues lo verás, esos siempre cubren el mismo territorio.
-Como las hienas.
-Nunca le he visto reír.
-Las hienas tampoco se ríen.
-Es un desgraciado.
Acaban callando.
La máquina del fondo sigue con sus cantos de sirena.
¿Vicio, enfermedad? Hay muchas familias perjudicadas por culpa de las máquinas, del bingo o del casino. Un problema muy grave, sí señor.
ResponderEliminarA ver la próxima vez que le pide dinero al Piojoso qué sucede.
El sonido de esas maquinitas me pone de los nervios!
ResponderEliminarMenos mal que en mi habitual bar (después de este, claro) no hay.
Vicio o enfermedad es algo contra lo que se puede luchar. Hay asociaciones de ayuda para vencer la ludopatía. La cuestión es que uno quiera...
ResponderEliminar¿No hay máquinas, Vero? Eso es que juegan al póquer en los sótanos.Je,je.
Puede ser...seguro que hay muchos bares que tienen algo que esconder :S
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