-Ponme una copa.
-¿Soberano?
-De lo que sea.
-Estamos jodidos, ¿eh?
-Sí, hasta el cuello de mierda.
-¿Y eso?
Encoge los hombros y frunce la boca.
-Todos tenemos lo nuestro, ¿qué más da?
Entonces entra Isabel, ella por un lado y por el otro sus manos peinando el frío de la mañana. Se acerca al de la copa.
-¿Tienes para un café, cariño?
Estoy a punto de hacerle un gesto para indicarle que la invito yo. Pero el hombre se vuelve y la mira de arriba abajo: el pelo alborotado y repleto de canas, los ojos que revolotean como una polilla atrapada, el viejo suéter de pico, los vaqueros raídos...
-Claro, -dice el hombre,con una sonrisa-. Será un placer invitar a una dama. Ponle lo que quiera a la señora, Paco.
Isabel baja las manos, dejándolas a los costados, y sonríe nerviosa. Juraría que se ha ruborizado.
-Gracias. Tengo café en casa, pero ...
-Pero como el de Paco ninguno, ¿verdad? -y el hombre le ofrece un cigarrillo.
Ella asiente y acepta el Camel.
-Gracias, ya casi no quedan caballeros.
-Ni damas, señora, ni damas.
Los dos sonríen y luego cada uno va a lo suyo.
El Piojoso le sirve el café a Isabel y la copa al hombre. No vuelven a hablarse hasta que ella dice gracias y adiós.
Cuando me voy, el hombre sigue en la barra mimando su copa, echando humo... y sonriendo.
-¿Soberano?
-De lo que sea.
-Estamos jodidos, ¿eh?
-Sí, hasta el cuello de mierda.
-¿Y eso?
Encoge los hombros y frunce la boca.
-Todos tenemos lo nuestro, ¿qué más da?
Entonces entra Isabel, ella por un lado y por el otro sus manos peinando el frío de la mañana. Se acerca al de la copa.
-¿Tienes para un café, cariño?
Estoy a punto de hacerle un gesto para indicarle que la invito yo. Pero el hombre se vuelve y la mira de arriba abajo: el pelo alborotado y repleto de canas, los ojos que revolotean como una polilla atrapada, el viejo suéter de pico, los vaqueros raídos...
-Claro, -dice el hombre,con una sonrisa-. Será un placer invitar a una dama. Ponle lo que quiera a la señora, Paco.
Isabel baja las manos, dejándolas a los costados, y sonríe nerviosa. Juraría que se ha ruborizado.
-Gracias. Tengo café en casa, pero ...
-Pero como el de Paco ninguno, ¿verdad? -y el hombre le ofrece un cigarrillo.
Ella asiente y acepta el Camel.
-Gracias, ya casi no quedan caballeros.
-Ni damas, señora, ni damas.
Los dos sonríen y luego cada uno va a lo suyo.
El Piojoso le sirve el café a Isabel y la copa al hombre. No vuelven a hablarse hasta que ella dice gracias y adiós.
Cuando me voy, el hombre sigue en la barra mimando su copa, echando humo... y sonriendo.
Grandísima pequeña escena.
ResponderEliminarDani
Gracias Dani. Por cierto, ¿alguien esta nominado a los terceros PIEE? Te voy a ahcer una proposicion deshonesta...
ResponderEliminarEn que consiste esa proposición...? Estoy dispuesto a casi todo.
ResponderEliminarDani
Todavia quedan caballeros...
ResponderEliminarMira que es difícil encontrarte con personas así.
Pues un entrevista exclusiva contigo. El mundo aguarda con impaciencia mal contenida, noticias sobre el autor de Bajo la Influencia. Y esta vez habrá foto. ;-)
ResponderEliminarP.D. Si me envías a hacer puñetas... no me iré.
Sin duda son este tipo de detalles los que mejor nos retratan. Y los cuidamos tan poco...
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