
-Hace tiempo que no lo veo, un par de semanas al menos -un trago largo al botellín de agua. A morro que sabe mejor-. Veinte años viéndonos siempre a la misma hora y de pronto desaparece.
El tipo viste pantalón corto, camiseta de tirantes y zapatillas de corredor. Lleva a la espalda una mochila que es igualita que la de las muñecas de mi hija. Pero no, la del deportista es de "marca" y está diseñada para guardar llaves, dinero y un reproductor de música de esos enanos que hay.
(Yo aún recuerdo los "walkman" ¡Dios, me estoy convirtiendo en un carcamal!)
-Veinte años, joder. A saber si le ha pasado algo. Ponme otra de agua, pero que no esté fría.
-Llámale, coño, ¿no tienes su número?
El corredor niega con la cabeza.
-¡Qué va! No sé ni cómo se llama.
-¿Qué? ¿Pero no sois amigos?
En el bar no hay nadie excepto el Piojoso, el corredor y yo. Es domingo por la mañana y he madrugado más de lo normal. En ocasiones, las horas pesan... Se ve que los domingos, los habituales de El Piojoso se dejan enredar por las sábanas o por la familia o por lo que sea y lo de venir a primera hora lo dejan para entre semana. Luego sí que vienen, que a media mañana los veo a todos trasegando cervezas como si se quisieran recuperar el tiempo perdido.
-Nos cruzamos, bueno cruzábamos, todas las mañanas en el bulevar, corriendo -explica el corredor tras darle un trago largo al botellín-. Yo le llamo "Bailarín"porque tiene una manera muy curiosa de correr; balancea los brazos como si estuviera bailando rock and roll. Me pregunto cómo me llamará él a mí.
El Piojoso no dice nada, pero por el brillo en su mirada creo que está pensando en expresiones como memoloscojones, capullete o tontoelhaba. Me sirve el café con una media sonrisilla borde. Le doy las gracias y aguardo a ver si el otro tiene algo más que decir. Lo tiene.
-Ya sé que parece una tontería -comenta como si nos hubiera leído el pensamiento-. Pero llevaba cruzándome con Bailarín todas las mañanas a las siete y media desde hacía veinte años. Él en una dirección y yo en la otra. Nunca fallábamos, ni él ni yo. Y ahora no está. Dos semanas sin verle, es jodido...
Al tipo parece que se le quiebra la voz. Me siento algo avergonzado por haberme tomado a broma lo suyo. Al mirar de soslayo al Piojoso, veo que ya no sonríe. Está fumando con la precisión de una locomotora y se ha puesto serio.
-Será del barrio, hombre. Si preguntas por ahí seguro que alguien sabe quién es.
-Claro, solo tengo que ir por ahí diciendo si alguien ha visto a un tipo que corre como si bailara rock and roll, -acaba riendo socarrón, su propio comentario.
-Hombre, visto así.
El corredor no dice más, paga los botellines y sale a la calle donde emprende un trotecillo suave.
El Piojoso me mira fijamente.
-Para que luego digan que hacer deporte es sano -suelta de pronto con una carcajada.
No puedo evitar reírle la salida. Supongo que no hay nada mejor que la risa. Ni siquiera el deporte.
Ciertamente, nada mejor que la risa, que siempre lo cambia todo.
ResponderEliminarJoe, me has hecho acordarme que yo adoraba a mi walkman. Era rojo y hasta tenía alta voces.
Buena rentree... No nos tenga tan abandonados...
ResponderEliminarPues sí, Verónica, "Times they are a changing"y con mucha rapidez.
ResponderEliminarGracias, Sr. IA. Procuraré prodigarme un poco más.
Vaya, acabo de entrar en este café por primera vez y me encuentro con muchos textos que leer. Me encanta este lugar, pero tengo una queja, creo que el café se enfrió, lleva frío desde el 22 de abril, a ver si ruge de nuevo la cafetera.
ResponderEliminarSaludos
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